Marta Sanz : Black,Black Black



Los padres de Cristina Esquivel, una geriatra a la que han encontrado estrangulada en su piso de Madrid, contratan al detective Arturo Zarco para que encuentre al asesino. En realidad, lo que esperan es inculpar a Yalal, el albañil marroquí con el que estaba casada Cristina, y que ahora tiene la custodia de la hija de ambos. Zarco es un detective muy poco convencional; cuarentón, gay, y aún estrechamente ligado a Paula, su ex mujer, a la que cuentay con la que discute por teléfono las vicisitudes de la investigación, y hasta los pormenores de sus fascinaciones eróticas. Pero bajo la superficie de las charlas, tras el relato de ir y venir de vecinos sospechosos y de presuntos implicados, la conversación telefónica entre el detective y Paula se convierte en un pretexto para la dominación y la venganza, para el daño que se quieren infligir dos personajes que se odían, se aman, se necesitan y se repelen. Hasta que el forcejeo dialéctico entre Zarco y Paula queda, de repente, interrumpido por el diario de la enfermedad de Luz, una de las vecinas de la geriatra asesinada, y madre de Olmo, el jovencito que fascina y perturba a Zarco.

Y un relato interfiere en el otro relato, y el encanto y la seducción de lo reconocible se suspenden. Queda también en suspenso el clímax del desvelamiento, y el lector se ve obligado a participar y a pensar sobre el sentido de la interferencia, mientras Luz escribe la narración minuciosa del asesinato de casi todos sus vecinos, habla de su dieta, sus vicios y sus menstruaciones perdidas, de su psiquiatra, el doctor Bartoldi, del daltonismo de su hijo Olmo, de la responsabilidad de la ficción, de las mentiras de las verdades y de las verdades de las mentiras.

Black, black, black es una espléndida novela negra que puede leerse como tal, pero también, y sobre todo, como otra cosa, puesto que Marta Sanz nos propone una lectura insurgente sobre la violencia del sistema, sobre su imperfección, un relato donde la idea del crimen como resultado de la fricción social, de algo más terrible que las patologías, abre la posibilidad de una investigación psicológica que profundice en las relaciones de causa y efecto y no se base sólo en las pruebas de laboratorio y en las mesas de los forenses. Se trata, pues, de una ficción donde la violencia inexplicable acaba ajustándose al razonamiento lógico y lo "imperceptible" sale a la luz con toda la potencia que tiene lo siniestro, ese "siniestro familiar" del que hablaba Freud. Y ésta es la concepción, política y retórica, que sustenta esta novela policíaca inteligente, divertida y subversiva.


Hay en la nueva novela de Marta Sanz (Madrid, 1967) varios modelos genéricos yuxtapuestos o mezclados que no siempre se armonizan adecuadamente. El primero y más obvio, hacia el que ya apunta el título, es el de la novela negra, que la autora ha querido parodiar mediante la degradación de algunos de sus componentes esenciales, empezando por el investigador, el detective privado Arturo Zarco, que es homosexual, nada duro y bastante obtuso en sus razonamientos y deducciones.

La segunda falsilla es la del diario o confesión a cargo de un personaje, Luz Arranz, que ocupa toda la segunda parte de la obra y cuyo relieve -el que le propor-ciona su cuidado tratamiento narrativo- anula y deja casi sin efecto las andanzas de Zarco narradas anteriormente. El tercer modelo operante es el que podríamos denominar relato perspectivista, con su entrecruzamiento de puntos de vista diferentes y hasta contradictorios acerca del asunto central y de la naturaleza o la conducta de algunos personajes; un procedimiento que alcanzó su auge en la tercera década del siglo pasado y que todavía ofrece buen rendimiento en construcciones muy posteriores, como en las novelas Muertes de perro y El fondo del vaso, de Francisco Ayala. Y aún podrían anotarse ecos de los diálogos de comedia en las conversaciones telefónicas -de problemática verosimilitud- que mantienen Zarco y su ex mujer y en las que el detective relata pormenorizadamente sus pesquisas. Éstos son algunos de los estratos literarios visibles que se aglutinan en la novela y que la autora maneja con cierta destreza, aunque con fortuna desigual.

Pero lo que hace de Black, black, black una falsa novela negra es el hecho de que la intriga que se trata de aclarar sea una pura creación literaria, segregada por la imaginación, porque lo que se plantea de verdad es el problema de las relaciones entre realidad y ficción, o, más exactamente, el poder de la literatura, la posibilidad de que la la ficción artística cree historias que puedan resultar no sólo más interesantes sino también más verosímiles que la realidad a la que usurpan, como sucede con el intenso relato de Luz, demolido finalmente por la prosaica pero certera solución a la que, sin dejarse engañar por la ilusión literaria, llega Paula, que tampoco se resiste en el último momento a ensayar ella misma la fuerza de la ficción como elemento de interés.

La concepción global de la novela era, pues, compleja. Su desarrollo, en cambio, deja cierto regusto de insatisfacción, porque ninguno de los aspectos enumerados acaba de perfilarse adecuadamente. Los personajes son inconsistentes, por más que la autora haya tratado de caracterizarlos con rasgos muy marcados -la homosexualidad de Zarco, la cojera de Paula, la afición del daltónico Olmo a las mariposas, el habla de Yalal, etc.-, e incluso algunos vecinos parecen salidos de la más tópica literatura costumbrista. Por otra parte, las continuas interferencias con que los diálogos entre Zarco y Paula interrumpen y complementan el relato no siempre son oportunas, porque, además, el registro coloquial no es el punto fuerte de la escritora. El personaje más sólido es el de Luz, y no porque se ofrezcan varios puntos de vista sobre ella, sino gracias a su relato en primera persona, al falso autorretrato derivado de una manipulación literaria.

Black, black, black está repleta de sugerencias interesantes, de juegos literarios, de novedades atractivas que no acaban, sin embargo, de cristalizar de manera inobjetable. Cuentan más en la obra los propósitos que los resultados, pero al menos hay propósitos, loables empeños -y algunos resultados notables-, cosa que no podría afirmarse de muchos desflecados productos que asaltan sin cesar los escaparates de las librerías

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